LA SOCIEDAD DE LA ÉPOCA

En 1869, según el 1er. censo en Buenos Aires había 180.000 habitantes.

En 1870 la pampa estaba poblada de indios araucanos y era también el hábitat natural de los gauchos, jinetes independientes y nómadas que, inmortalizados entonces en el Martín Fierro (1872-1879) que a fines del siglo XIX ya habían desaparecido.

Entre 1871 a 1880 vinieron 292.000 inmigrantes, que casi seguro quedarían abandonados a su propia suerte ya que no estaba organizada la forma de insertarlos en la sociedad. Si bien unos 200.000 fueron repatriados, más del 50 % de la sociedad era inmigrante.

A mediados del siglo XIX, los negros constituían la cuarta parte de la población y se aglutinaban alrededor de las parroquias, lo cual ayudaba a preservar su propia cultura. En 1880 Buenos Aires se convierte en Capital de la confederación, gran urbe portuaria, comercial, capitalista, sede política y administrativa, separada de su rica y poderosa provincia. Julio A. Roca había eliminado a los indios en la campaña al desierto, consiguiendo de ese modo una enorme extensión de tierra agrícola-ganadera, cuya producción fortalecería un mercado exportador en continua expansión. Se establece así la necesidad de incorporar inmigrantes, había que explotar esas tierras recientemente arrebatadas a los indios.

En esos momentos se define el destino de país agropecuario. Estas tierras podían producir toda la carne, el cuero, la lana y los cereales que Europa necesitaba.

Mientras tanto se produce el advenimiento del buque a vapor, los ferrocarriles y el telégrafo, todo lo cual favorece un crecimiento económico superlativo. Llegan inversores, se construye el ferrocarril que en 1914 y, por su extención, es el 9ª en importancia en todo el mundo.


Llegan también millones de inmigrantes, la mitad eran italianos, un tercio españoles y también llegaron los africanos como esclavos. Esta era la tierra prometida. En 1914 la población argentina era de 8.000.000 de los que Buenos Aires tenía 1.500.00 y había dejado de ser una gran aldea, para convertirse en la metrópolis más importante al sur del ecuador.

Hacia 1920, la Argentina se convertirá en uno de los países más ricos del mundo. La clase gobernante tenía como modelo a París, recién remodelada por Napoleón y el Barón Haussmann.

La ola de inmigrantes produce una profunda transformación cultural, por ej. en el idioma, la mezcla de los italianos produce el cocoliche.

El ambiente orillero genera su propio vocabulario cerrado, en principio para designar objetos y situaciones relacionadas con la delincuencia. Ese lenguaje, el lunfardo, era su pertenencia, y precisamente fue el elegido por los letristas de tango y poetas. También en la indumentaria el orillero tenía su estilo, copiado del rufián y su ámbito era el quilombo, donde además de encontrar placer sexual, era su centro de reunión civil, su lugar para las apuestas y también una pista de baile. Todo ésto era parte del costado tenebroso de Buenos Aires.

Los barrios bajos eran la contrapartida de su centro elegante y monumental. En el centro mismo había conventillos. Allí vivían hacinados, una familia entera en una pequeñaa habitacion que daba al patio central. En las afueras, donde la ciudad se encontraba con el campo, estaban los arrabales. Las calles pantanosa, sus casas modestas, chozas, talleres y los antros de prostitución. Allí vivían los pintorescos personajes que aparecen en la historia del tango.

El compadre o malevo: era el guardaespaldas del caudillo local. Con + padre significaba que estaba junto con el padre, como se decía del señor del lugar. Malevo, como sinónimo de malvado, agresor. “Taíta”, dim. de “Tata”,que era como decir padre. Era un personaje típico del arrabal que estaba a sueldo del comité, bajo la protección de la policía y de los políticos. Muchos terminaban como rufianes, inspectores de policía o acuchillados a manos de algún matón del caudillo rival. Algunos investigadores dicen del compadre que era un personaje semiurbano que solía ganarse la vida como conductor de carretas o arreando ganado desde el campo al frigorífico. Generalmente muy respetado y conservaba algunas características del gaucho como independencia, orgullo masculino y marcada inclinación por defender el honor con el cuchillo. Seguramente las dos opiniones son bastante coincidentes si pensamos en en que el compadre era respetable en su sórdido ambiente donde tenía poder e impunidad.

Canfinflero o cafisho: Era el que, en la organización social, se dedicada al negocio de la prostitución. El que tenía una relación más próxima con la pupila, como se llamaba a la prostituta. Para el orillero era todo un modelo puesto que se mostraba como lo contrapuesto a la vida miserable y oscura del trabajador. Este no trabajaba, estaba siempre arreglado y perfumado, mantenido por las mujeres y podía tener tantas como quisiera. Era brillante tanto en el vestir como en el baile. La vestimenta del rufián era colorida y rebuscada como la de la mujer y solía usar la cara blanca maquillada con albayalde y los párpados oscuros por el kohol.

Gil o compadrito: personaje caricaturesco, disminuido del compadre. Habitante común de la orilla, era proletario. El personaje orillero por excelencia. Le decían gil y era porque en los burdeles pagaba por sus consumiciones. No era mantenido ni delincuente y ni siquiera llevaba cuchillo. Era solo vecino de los personajes marginales a quienes copiaba los rasgos externos, apropiándose de la indumentaria, del tango y del lunfardo de los rufianes y compadres y los conservó hasta que comenzó a ascender socialmente.


El término no era precisamente elogioso aunque no hacían más daño que exagerar el modo de vestir. Se los podía identificar por su uniforme que consistía en chambergo, que era un sombrero gacho, corbata de colores llamativos o lengue, que era un pañuelo atado flojamente al cuello y botas de tacón alto y fino. El compadrito había aprendido del rufián los pasos de tango y los practicaba con sus compañeros en la antesala del burdel.