La Iglesia comienza a atacar al tango cada vez con más fuerza, primero en Francia, tal vez como reacción a la obra de Richepin “Le Tango”, luego en Italia, pero mientras tanto la moda era furor.
Enseguida surge la polémica acerca de la aprobación o no respecto a ésta nueva danza y el New York Times participa con una postura de apoyo. Con la mirada puesta en Europa destaca a los personajes de la nobleza que allí bailaban tango.
La Iglesia en cambio no tarda en censurarlo por encontrarlo inmoral y difunde opiniones contrarias a la nueva danza, tanto interesa el tema que miembros o autoridades pertenecientes a otros credos religiosos apoyaron ésta cruzada. Gente que primeramente había adoptado al tango se reunía para oponerse a esa danza que los jóvenes bailaban con tanto entusiasmo, y estrechandose ten fuerte como podían.
El éxito del tango incomodaba a las comunidades argentinas del extranjero especialmente en París.
Todos los años llegaban a París barcos procedentes de sudamérica llevando a la elite de la sociedad argentina y los visitantes permanecían allí 2 o 3 meses. Tenían allí su propia revista, “Elegancias”, dirigida por Rubén Darío. A a su regreso, además de objetos el estilo, traían también el gusto por lo francés, en especial con relación a la arquitectura y a la decoración para sus casas en Buenos Aires.
Estos argentinos deseosos de ser aceptados como iguales por la sociedad parisiense, también estaban molestos a causa de la reputación que tenía el tango en cuanto a su relación con la delincuencia y la prostitución. No es de extrañar que el tango estuviera prohibido en la embajada argentina en París fundamentando, según expresión del propio ministro plenipotenciario en Francia Enrique Larretaque, que en Buenos Aires solo se bailaba en lugares de mala muerte y nunca en los salones ni por persones distinguidas . Esta posición era compartida por intelectuales sudamericanos radicados en París, muchos de los cuales eran diplomáticos.
Paradójicamente en los salones parisinos y romanos se incentivaba la danza que solo era explicable como capricho de la moda. Por otra parte además de Guiraldes otros poetas argentinos defendían el tango en tanto que Leopoldo Lugones lo llamó “reptil lumpanar”
Causó furor, fue condenado por el clero e irritó a los poderosos, pero le dió a Europa un inigualable placer por el baile.
El tango se afrancesó y volvió a la Argentina mucho más suave que cuando se había ido, y esa forma de tango que volvió de París después de 1913 se conoció como “Tango a la francesa”.